Sustentabilidad en el incentivo a la inversión
Miguel Ricaurte Economista jefe Banco Itaú
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Miguel Ricaurte
Sustentable (adj): que se puede sustentar o defender con razones. (RAE)
Hace dos semanas, tras conocerse cuentas nacionales, comenté en una columna que estábamos viendo la vuelta de la inversión, la que respondía a mejoras tanto en condiciones externas (términos de intercambio) como domésticas (mejora en sentimiento privado e impulso monetario). En esa ocasión, argumenté que podríamos ver una recuperación del crecimiento de la inversión de entre 4% y 5% para este año, y algo por encima de este rango para 2019.
También indiqué que, hacia adelante y conforme se cierre la brecha que dejaron cuatro años de caída, el crecimiento de la inversión debería moderarse, pues no veía un motor claro para el crecimiento la inversión sin que ocurriesen cambios estructurales.
Sin embargo, el anuncio de una esperada reforma tributaria cambió las perspectivas. La iniciativa que se presentó al Congreso tiene varios aspectos que, de ser aprobados, podrían auspiciar un crecimiento superior al que hoy estimo para la inversión. Entre ellos destaco la reintegración del sistema tributario —que ayudaría a parte importante de PYME reduciendo su carga tributaria—, la implementación de un esquema de depreciación semi-instantánea (instantánea para la región de la Araucanía) por dos años (2019 y 2020) para nuevos proyectos de inversión, y el aumento del crédito del IVA para la construcción de viviendas (desde UF2.000 determinado en la reforma tributaria de 2014, hasta UF4.000) de manera permanente. Otras modificaciones tienen objetivos de eficiencia y neutralidad para la recaudación tributaria (cuyos supuestos son materia para otra columna), en línea con el compromiso de reducir el déficit fiscal. La autoridad está cuidando los ingresos públicos.
Pero, ¿cuánto ayudarán estas medidas a la inversión? Una baja permanente de carga tributaria —como lo implican la reintegración o el aumento del crédito del IVA para la construcción, por ejemplo— debería tener un efecto sustentable en el tiempo. La primera medida favorece a la inversión en general, mientras que la segunda apuntalaría la construcción. Sin embargo, los cambios permanentes en las políticas económicas suelen tener efectos no tan potentes en el comportamiento de los agentes. ¿Para qué adelantar mis planes de inversión si el incentivo estará ahí mañana, pasado, el próximo año y el siguiente también?
Por otro lado, las medidas de carácter transitorio, como el esquema de depreciación acelerada, sí tienen un impacto potente, aunque no sustentable en el tiempo. Para graficarlo, recordemos que cuando el SII aclaró que, para efectos prácticos, la restricción del crédito del IVA para la construcción (un alza de impuestos) de la reforma de 2014 entraría en rigor en 2016, se generó una ventana acotada de tiempo de dos años durante la cual resultaba más barato construir viviendas, antes del alza del impuesto. Pero el boom de la inversión inmobiliaria fue corto y lo siguió una marcada desaceleración de la inversión en construcción.
¿Cómo resolver, entonces, este dilema de sustentabilidad? Una reforma tributaria con medidas que generarían una aceleración de la inversión, y consecuentemente del crecimiento, para los años 2019 y 2020 especialmente, requiere ir acompañada de reformas estructurales que complementen las rebajas permanentes de la carga tributaria. Sólo así se sostendrá una aceleración permanente que nos lleve a niveles de inversión mayores al 23% del PIB, como tienen los países con ingreso per cápita comparable al de Chile.